Coopelectric: De la "luz admirable" a la sombra de una deuda millonaria

Mientras los despachos de la calle Rivadavia guardan silencio, un documento lapidario de fuente confidencial revela las grietas de un colapso inminente. Entre depósitos vacíos y una deuda que asfixia, el gigante que nació para iluminar Olavarría hoy parece que se desvanece en su propia sombra, dejando a los vecinos en el medio de todo este problema.

30/12/2025
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Desde la calle Rivadavia, los ventanales de Coopelectric funcionan como una pantalla que divide dos realidades. En la planta baja, el murmullo es constante: los empleados ponen el cuerpo para lidiar con las quejas y reclamos de vecinos que exigen respuestas. Pero un piso más arriba, el escenario cambia. Allí, entre sillones con almohadones rojos y tras una puerta de color marrón, se abre el despacho de las decisiones difíciles. Sobre una mesa larga, los directivos intentan navegar una crisis financiera que ya suma 38.000 millones de deuda, mientras se define una puja de poder entre el municipio y Coopelectric para ver quien se hace cargo de las obras sanitarias, mientras tanto, los vecinos de Olavarría que depende de los servicios de este gigante están en el medio. 

Vale mencionar que Coopelectric, esa cooperativa eléctrica, que debe servir al vecino y que escucha y se pone a disposición, se convirtió en un monopolio  gigante, en un pulpo que extendió sus brazos   a otros negocios como: Infracom (servicio de internet), cloacas y agua, como también  el doloroso servicios sepelios y  cremación.

De acuerdo a un documento lapidario al que accedió "Diario Olavarría", hoy esos brazos parecen pesarle demasiado a un cuerpo que pareciera no tener fuerzas para sostenerse. El informe es contundente: sostiene que la entidad "pasó de ser un emblema de nuestra ciudad con casi 100 años de historia a estar en la tapa de todos los medios por su mala gestión y administración". De aquel tiempo a esta parte, Coopelectric ha venido en "franca y constante caída en lo institucional, en inversiones y en mantenimiento".

Para entender la magnitud del crujido actual, hay que mirar hacia atrás, cuando la oscuridad era la regla y el progreso una promesa. En 1900, Olavarría era un pueblo que pedía a gritos agua y luz en las páginas de El Popular. Fue entonces cuando Ángel Brumana trajo desde Buenos Aires aquellos faroles de gas acetileno que convirtieron a la calle Necochea en "la calle de la luz". Era el faro para los viajeros que caminaban hacia la estación de tren en noches donde, después de la medianoche, la ciudad se hundía en el silencio porque se decía que "ya nadie quedaba despierto".

Aquella Olavarría de 1905 celebraba 50 focos de 500 bujías como un milagro de la modernidad. Era la ciudad que nacía, la que en 1908 fue declarada oficialmente ciudad y que en 1910 festejaba una "luz admirable" hasta la una de la mañana en el centro. Aquellos dos motores instalados en un galpón del Parque Mitre —cuyo piso todavía se resiste al olvido cerca de la calle Belgrano— fueron el corazón latiente de una comunidad que crecía a pasos agigantados.

Ese impulso eléctrico fue el que levantó los edificios del Banco Olavarría y la Edificadora, el que iluminó la construcción del Teatro Municipal y la Municipalidad, y el que acompañó la llegada de las cementeras que cambiaron nuestra fisonomía para siempre. Fue la época de oro, donde cada nuevo cable tendido era un triunfo del esfuerzo colectivo sobre la oscuridad.

Cien años después, de aquel galpón fundacional pasamos a la mesa larga del  piso  de arriba en la calle Rivadavia. De la "luz admirable" pasamos a los despachos donde se navega una crisis que amenaza con apagar el futuro. El gigante que nació para iluminar el crecimiento de una ciudad pujante, hoy parece atrapado en su propia sombra, víctima de una gestión que, según los documentos actuales, ha dejado atrás la inversión y el mantenimiento para convertirse en un pulpo que se asfixia a sí mismo.

El colapso no es solo contable, es físico. Según el informe que analiza la realidad interna, "los depósitos de Coopelectric están vacíos: no hay stock de cables, transformadores ni insumos básicos para las cuadrillas que deben salir a la calle. Lo que antes era un almacén preparado para cualquier emergencia, hoy es el reflejo de una gestión que se consumió hasta las reservas".

 En medio de este escenario de datos confusos y balances que no aparecen, surge una pregunta que flota en el aire de la calle Rivadavia y que nadie se anima a responder con claridad: ¿Qué rol cumple hoy el Delegado Municipal dentro de Coopelectric? Se supone que es la figura que debe velar por los intereses de todos los olavarrienses y controlar los movimientos del 'pulpo' desde adentro de la mesa larga. Sin embargo, ante una deuda de 38.000 millones y el vaciamiento de los depósitos, su silencio es igual de ruidoso que el de los directivos. ¿Está el Delegado informando al Municipio lo que realmente pasa tras la puerta marrón o es un espectador más de la caída del gigante? Mientras la puja de poder sigue, ese sillón en el consejo de administración parece ser hoy el secreto mejor guardado de la crisis.

Pero más allá de los despachos  y los documentos lapidarios, la verdad se grita en la vereda. "Diario Olavarría" se instaló en la puerta de Coopelectric para pulsar el sentimiento de los dueños invisibles de la cooperativa: los vecinos de a pie.

Marcela cruza la puerta vidriada con el ceño fruncido y no se guarda nada: “La verdad que es una falta de respeto y responsabilidad; las autoridades tienen que hacerse cargo y dejar de llorar”. Su bronca es la de muchos que sienten que las excusas técnicas ya no alcanzan.

Cerca de ella, Pedro aprieta su boleta de luz antes de entrar a la oficina, su lógica es implacable: “Si ellos te exigen que pagues, ellos también, a gran escala, deberían cumplir”. Para el socio, no hay doble vara que valga: la obligación que se le exige al vecino es la misma que la entidad tiene con sus proveedores y con la ciudad.

Mario, mostrando su boleta, cuestionó la gestión: "Como socios pagamos a Coopelectric, pero estas acciones no nos representan; los directivos se llenan los bolsillos", sostuvo este vecino indignado.

Según este documento pese a los incrementos tarifarios Coopelectric "continua con la morosidad en los pagos mes a mes con Cammesa. En contrapartida otras cooperativas fueron regularizando sus pagos corrientes  con Cammesa desde marzo/abril 2024. 

El camino hacia la verdad no fue sencillo. 'Diario Olavarría' consultó a la oficina de prensa de Coopelectric  buscando respuestas que los balances no daban. El lunes por la mañana, este medio reiteró el pedido. Entonces, ocurrió lo inesperado: casualidad o no, la presión de la pregunta desató un movimiento urgente en el piso de arriba.

En una conferencia de prensa cargada de tensión, Ignacio Aramburu soltó la bomba: Coopelectric no se hará más cargo de las obras sanitarias y le 'pasa la pelota' al Municipio. Fue un anuncio rodeado de datos confusos y explicaciones a medias. Sin embargo, cuando este medio intentó profundizar y consultó por los balances y el destino de los fondos, el silencio volvió a ser la única respuesta oficial.

Esa retirada estratégica, disfrazada de conferencia de prensa, no hizo más que alimentar la incertidumbre. Mientras los directivos se desprenden de responsabilidades, el vecino —el mismo que sostiene al gigante con cada boleta pagada— se queda con más dudas que certezas, mirando de reojo una puja de poder donde nadie parece querer hacerse cargo del agua que sale de la canilla.

La 'calle de la luz' que soñó Brumana hace un siglo espera hoy que el gigante despierte de su letargo. Mientras tanto, en el reflejo de la vidriera, se ve pasar a los vecinos que, entre pujas de poder y conferencias urgentes, solo esperan lo más básico: que al llegar a casa, la luz encienda y el agua no deje de brotar. En ese cristal, hoy más que nunca, se espeja el destino de toda una ciudad que se niega a quedar, otra vez, a oscuras.

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