Educación ambiental: "Hay que sacar a los chicos del salón"

El Veterinario Zootécnico Ramiro Perdomo propone derribar los muros de las "jaulas de clase" para conectar a los alumnos con su territorio. En su visita a la ciudad en el marco de la Alianza Colombia - Argentina , destaca la importancia de convertir los paisajes locales en aulas vivas y transformar los recursos naturales en sujetos de derechos.

21/12/2025
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*Por Maximiliano Cooper Pondarre

-"Coje las mandarinas, y los demás frutos, pero no las tomes todas. Deja algo para los pajaritos, que ellos también comen"-.  Esa frase, dicha por su abuela campesina hace más de 40 años en un campo colombiano, marcó el destino de Ramiro Perdomo. Aquel niño que aprendió a compartir la cosecha hoy es Médico Veterinario, Doctor en Educación y el guardián de las escuelas que custodian el nacimiento del río Otún, el recurso vital que abastece a toda una región en su Colombia natal.

Su abuela le inculcó un respeto por la tierra heredado de los pueblos originarios. Sin formación académica, ella simplemente vivía bajo el hábito de cuidar el entorno. "Incluso antes de que se hablara formalmente de sostenibilidad, ella ya practicaba el compostaje. Hace más de cuatro décadas ya separaba los residuos en la cocina para abonar sus árboles", explicó Perdomo en exclusiva con "Diario Olavarría".

Para el especialista, la ecología no es una disciplina de laboratorio, sino un acto de reverencia. Su abuela le enseñó, sin saberlo, los mismos saberes que profesan las culturas indígenas y afrodescendientes de Colombia: la certeza de que la tierra tiene oídos y el bosque, alma; es decir, la naturaleza como un sujeto de derechos.

"Esa sabiduría nos enseña que a la tierra no se le arroja una semilla con indiferencia; hay que pedirle permiso para sembrar", reflexionó, evocando aquellos gestos de su infancia. Para él, cosechar un fruto es, ante todo, un diálogo pendiente con la naturaleza.

 Mientras cursaba la secundaria, Ramiro siguió cultivando esa vocación hasta convertirse en Médico Veterinario Zootecnista. "Es una carrera muy completa que siempre enfoqué hacia lo ambiental. Luego, tras realizar la nivelación pedagógica, ingresé al sistema educativo, donde realicé mi maestría y mi doctorado en Educación con enfoque ambiental", añadió, uniendo finalmente la ciencia con la conciencia que nació en ese campo. 

Aquella semilla de conciencia sembrada en lo de su abuela terminó por germinar, años más tarde, en un proyecto de gran escala: la Reserva Natural y Fundación Orquídeas del Tolima. Junto a su familiar Germán Molina, Perdomo decidió transformar su pasión en un compromiso institucional dedicado a la protección ambiental a través de reservas naturales.

Este giro hacia el conservacionismo profesional encontró su marco ideal en la historia de su país. "En Colombia, a partir de la Constitución de 1991, la sociedad civil adquiere la posibilidad de compartir con el Estado la responsabilidad de conservar; así nació la red de reservas naturales de la sociedad civil – RNSC (privadas), precisó Ramiro.

Bajo este amparo legal, decidieron que sus propiedades cumplieran una función ecológica, integrándose a un modelo donde la protección del ecosistema permite también acceder a ciertos beneficios tributarios. Así, lo que comenzó como un hábito doméstico se convirtió en una estructura legal dedicada a custodiar la vida.

Tras años como docente de Ciencias Naturales, el destino lo llevó a ocupar un lugar estratégico para el ecosistema de su región. Hoy se desempeña como rector —una figura de liderazgo similar a la de un inspector en Olavarría — con nueve escuelas rurales bajo su responsabilidad.

Ramiro lidera la institución ubicada en la Cuenca Alta del río Otún, precisamente donde nace el cauce que abastece a Pereira, la capital del departamento. "Es un cargo de gran responsabilidad ambiental donde mi historia personal y mi formación profesional finalmente se unen", explicó. Desde allí, el niño que pedía permiso a los árboles ahora coordina la educación de quienes custodian el agua de miles de personas.

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La ciudad de Pereira tiene aproximadamente 500.000 habitantes y el 64% del departamento de Risaralda se abastece del río Otún. "Este río nace en los Parques Nacionales y atraviesa todas mis escuelas; por eso, nuestra institución es la custodia natural del recurso hídrico que da vida a la región. Esto genera un interés estratégico compartido con la Alcaldía, las corporaciones autónomas y la Secretaría de Desarrollo, quienes ven en nuestras escuelas el eje principal para la protección del río", sostuvo Perdomo 

El escenario donde Ramiro ejerce su liderazgo parece extraído de un relato de conservación épico.  Las escuelas a su cargo no solo conviven con la naturaleza, sino que están inmersas dentro de áreas protegidas, siendo guardianas directas de la biodiversidad. Allí, la educación ambiental no es una materia nueva; es una tradición que respira desde hace más de seis décadas.

"En la sede de La Suiza, por ejemplo, se gestó la historia verde de nuestro país", relató Perdomo con orgullo. En ese rincón del mundo, donde hoy los niños aprenden a leer entre el murmullo del bosque, nacieron los primeros guardabosques nacionales de Colombia, los pioneros en la observación de aves y los movimientos ambientalistas que luego se extenderían por todo el territorio. Para el rector, caminar por esos pasillos es habitar el epicentro de una lucha por la vida que comenzó mucho antes de que el mundo hablara de crisis climática.

De hecho, nos adelantamos a la historia: mientras que la Conferencia de Estocolmo de 1972 marcó el inicio de la educación ambiental a nivel global, ya en 1940 la ciudad de Pereira había definido esa cuenca como protegida. "Llevamos décadas educando para conservar el agua", indicó el profesional. 

Aquel diálogo pendiente con la naturaleza que nació en los campos de su infancia es hoy una política de vida en sus nueve escuelas. Perdomo está convencido de que la ciencia que estudió en la universidad solo tiene sentido si recupera la reverencia que su abuela sentía por el entorno.

La sostenibilidad no se inventó en los laboratorios, nació en la cocina de los campesinos que sabían compartir la cosecha'. Así, mientras custodia el agua que da vida a Pereira, Ramiro siente que cada niño que aprende a cuidar el río es una nueva semilla de esa abuela que sigue viva en cada rincón del bosque.

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Su llegada a Olavarría no fue una casualidad, sino el fruto de una semilla plantada en agosto de 2024.

Perdomo, Formado en la Movilización Social por la Educación de Colombia, y en estrecho vínculo con referentes locales como Noemí Milton y Ana María Díaz, el educador decidió cambiar sus vacaciones por un mes de inmersión total en el territorio olavarriense. Su misión: consolidar una alianza pedagógica que trascienda fronteras y busque derribar los muros del aula tradicional.

Uno de los puntos más disruptivos de su observación radica en la relación con el entorno natural. En Colombia, el Río Otún es legalmente un "sujeto de derechos". Para el docente, Olavarría tiene un desafío similar con su arroyo.

"La comunidad debe adoptar el recurso con rigor. En nuestras áreas protegidas no se permiten edificios; se prioriza la supervivencia del ecosistema. Esa es la verdadera educación ambiental: entender que el hombre no está fuera de la naturaleza, sino que es parte de ella", explicó 

A diferencia de la visión tradicional que limita la ecología al reciclaje de plásticos, el modelo colombiano de Rutas Pedagógicas propone un enfoque integral. Según el especialista, la educación ambiental debe ser transversal y considerar Lo biofísico: Clima y suelo, lo socioeconómico: Cómo la comunidad sobrevive, lo político-organizativo: cómo se estructura la sociedad y lo histórico-cultural: La identidad y trascendencia. Además, teniendo como referente las Otredades, como términos de interacción entre los diferentes territorios.

En este punto indicó: "así como nosotros tenemos el Paisaje Cultural Cafetero, Olavarría tiene su paisaje cultural minero. No queremos que la industria desaparezca, sino que se gestione con responsabilidad, compensando cada impacto en el sistema vivo", señaló 

Durante su estancia, el docente recorrió Espigas, Sierra Bayas, La Cabañita, el Bioparque La Máxima y el Museo de Ciencias. Si bien destacó el "capital humano excepcional" de los maestros locales, advirtió sobre un obstáculo común: la burocracia y el apego a la teoría inerte.

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Ramiro Perdomo en Olavarría 

"El aprendizaje real ocurre en el sistema límbico (emocional). Nadie aprende a andar en bicicleta leyendo un manual. El Concejo Deliberante es un aula viva para las sociales; el arroyo lo es para las naturales. Hay que sacar a los chicos de las 'j-aulas de clase' y conectarlos con la realidad", afirmó con contundencia.

Este intercambio no cuenta con subsidios estatales; se sostiene por la convicción de los docentes de ambos países. El objetivo final es que Olavarría y Colombia compartan un modelo de "Territorio-Escuela", donde el currículo se ajuste a la vocación del entorno y los estudiantes egresen con una identidad arraigada a su entorno.

"Si en el arte enseñamos a pintar un elefante antes que a una vizcacha o un ñandú, estamos perdiendo el anclaje cultural. La técnica es universal, pero el sentimiento debe ser local", dijo el docente, dejando un mensaje de esperanza basado en la capacidad de regeneración de la naturaleza y el poder de la educación vivencial. 

Para concluir dejó una interesante reflexión: "El cuidado de la naturaleza depende de todos con una mínima contribución como por ejemplo no desperdiciar agua y separar la basura en la fuente, entre otros trabajos. De esta manera ayudamos a proteger nuestro planeta",  finalizó Ramiro Perdomo  evocando aquella enseñanza que le dejó su abuela de niño con las mandarinas.

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